AUTORES
FEDERICO SORIANO PELAEZ, MARÍA DOLORES PALACIOS DIAZ
El Euskalduna Jauregia, Palacio de Congresos y de la Música de Bilbao, fue el resultado de un concurso público que se lanzó en el año 1992 dentro de una operación de remodelación urbana en la zona de Abandoibarra en Bilbao. Conjuntamente con el Guggenheim, que se promovió el año anterior, se convertían en soporte e imagen de una transformación radical de la ciudad. Sumida en una crisis de identidad por su situación social y económica, la transformación de una urbe industrial en otra de servicios y negocio necesitaba de la arquitectura para reformularse completamente. El programa propuesto en el concurso no estaba ensayado previamente. Se inventa una tipología: un edificio que conjuga actividades congresuales (que demandan espacios específicos, vestíbulos para extensas exposiciones, de gran versatilidad y fuertes diferencias de asistentes a los diversos tipos de encuentros seminarios o congresos, con fuertes movimientos de personas desde unos lugares a otros durante los actos), a un programa musical, con una estructura espacial y temporal opuesta (horarios en franjas tardías, programaciones estables, estancias tranquilas y relajadas…) Esta versatilidad de usos y simultaneidad de actividades diferentes se convirtió en el hecho proyectual que al final ha acabado convirtiéndose en la base de su funcionamiento. Sin embargo esta transformación no podía surgir dando la espalda a la historia y la memoria, manejando imágenes nuevas, modernas y alejadas de los valores intrínsecos de Bilbao y su sus habitantes. Debía basarse en la historia del lugar y en la memoria urbana. Ello es la razón de ser del proyecto: un barco en construcción ubicado en los antiguos astilleros Euskalduna, el solar donde se levanta. Materiales, formas inacabadas, mecanismos de acumulación como herramientas proyectuales, heterogeneidad, respuestas a las partes, son los mecanismos compositivos que han dado lugar a la forma final. Esta imagen ha sido muy asimilada por los ciudadanos, siendo un valor muy apreciado. El tiempo ha puesto en carga las decisiones tomadas, revelando cuánto eran acertadas. La actividad sea complejizado, los eventos se han multiplicados obligando a simultaneidades de hasta cuatro eventos al mismo tiempo. Los principales indicadores muestran esta permanencia y viabilidad del edificio construido. Son las cifras de producción económica y las de usabilidad del complejo. La ocupación del edificio ha oscilado alrededor del 90 %, con unos 500.000 asistentes al año de media. Supone unos 700 a 800 eventos entre congreso y actividades culturales. La repercusión económica se visibiliza en la generación de PIB de Euskadi, estimada entre 90 a 100 Mll € por año, y a los impuestos directos originados, que son del orden de 7 a 12 Mll € según ejercicios, en un trazado siempre al alza. El Euskalduna Jauregia es un complejo multifuncional de 58.200 m². Dispone de una sala principal de 2200 personas, y otras tres congresuales de menor dimensión para 600, 300 y 100 personas. Dos vestíbulos principales superpuestos, uno de congresos y otro de opera, ordenan el conjunto. Se complementa con al menos 12 salas de reuniones y seminarios, diversos despachos, 2 salas VIP’s, servicios de cafetería y restauración, uno con estrellas Michelin lograda en esa ubicación, completados con terrazas exteriores… El Urban Hall, un espacio expositivo abierto de 2200 m2. que alberga otra sala de 450 personas, ajustó el conjunto. Todo ello ordenado en un espacio abierto, accesible y compartimentable a la vez, con una imagen dinámica apropiada para una actividad que cambia de forma cada día. Se han utilizado materiales ligados a la memoria, como el acero corten, los aceros y aluminios tratados, hormigones continuos en losas de terrazo, materiales de permanencia y durabilidad con un envejecimiento real y digno. Los edificios deben tener en su genética, la que nosotros, los arquitectos, le insuflamos en las decisiones proyectuales, las leyes de retroalimentación. En su genética, aparte de los materiales y la imagen desde la Ría, hay insertados otros cromosomas proyectuales; estructuras compositivas del conjunto no muy articuladas para permitir la relectura del conjunto en cada instante, desligándola de lecturas compositiva clásicas para adentrase en lecturas de razón crítica arquitectónica actualizadas a cada presente, definidas como sin escala y sin forma; conexiones desjerarquizadas entre sus siete niveles públicos, que cumplen accesibilidad universal, siempre dejando visibilidad de todo el espacio interior para observar el resto de vida del edificio y generado visones diagonales vivaces; formalizaciones sin forma trabajando con la manera que se construyen las cosas y no con las imágenes de los resultados… En resumen, la permanencia se conjuga entre esas estructuras arquitectónicas ambiguas, las imágenes de la memoria ligada al lugar y a Bilbao, y la apropiación como suyo, por gestores y usuarios, del hecho arquitectónico construido: el mayor premio.
Valores asociados a la permanencia La permanencia se ha ligado siempre a la arquitectura. Hoy, no es tanto así; novedad, materiales ligeros, economía cambiante… impregnan a la Arquitectura volatilizando sus valores de permanencia. ¿Dónde han quedado esos valores? Creemos que la permanencia se construye sobre la memoria de los usuarios. Sobre el paisaje diario y tranquilo de usuarios que se apropian del edificio. Está en las personas que lo gestionan día a día, que asumen los valores del proyecto, impulsando la actividad intensa y simultanea; valor principal del proyecto. En su condición abierta, que permite reaccionar a cualquier necesidad futura sin forzar su esencia pasada. En crecer y en cambiar, conjugando vigencia con tradición. En estar permanentemente inacabado, ni ser estrictamente funcional sino útil. La permanencia está en el cariño por su mantenimiento diario de sus trabajadores que lo asumen como propio. En unos materiales que envejecen al mismo tiempo que las personas y por ello parece recién inaugurado.
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